[Nota publicada en el diario El Ciudadano, de Chile]
La
artista chilena Juga
llegó
a Buenos Aires para presentar un adelanto de lo que será su nuevo
material discográfico Juga
di Prima.
Sigue dando vuelta al mundo exponiendo en escena su propio repertorio
combinado con canciones de la diva francesa Edith Piaf. Su cuerpo es
arte y espíritu. Su voz, un cortejo que deambula entre lo real y lo
simbólico.
Juga en camarines. Foto: Jacqueline Orión. |
Por Matías De Rose
Seguramente
ella esté en lo correcto cuando afirma que su música tiene algo de
alquimia. Todas sus experiencias son elementos vertidos en una puesta
comunicativa en común. Mientras canta, interpreta. Sus manos se
deslizan suavemente, con cadencia, como si estuviera dando pinceladas
a una canción. “Estoy jugando mucho con la parte simbólica de
distintos factores” -reconoce-. “Ya sea desde el discurso y las
palabras hasta el ensamble de ritmos, melodías e instrumentos; el
repertorio, el show, el atuendo, las plumas, el cabaret, el sombrero
de copa, los colores o las rosas. Incluso factores numerológicos, y
otros que se están conjugando, y que trato de hacerlo de la forma
más poética posible”.
Admite
que le gusta mucho vivir su vida poéticamente. Es una mujer que
piensa antes de hablar y desarrolla una buena dialéctica. Cabal y
profundamente consciente. Su vida artística, acaso influenciada por
destacadas mujeres de la cultura universal, no entabla relaciones
unilaterales. Evoca a María Elena Walsh y Diane di Prima, de quien
recuerda que estuvo trabajando durante sus últimos años como
alquimista. “La poesía en sí es una alquimia. Siempre me sale
como algo natural y trato de ir hacia eso porque creo que te mantiene
en contacto con cosas que son muy importantes. Cuando eso se pierde
-asegura- se pierde la esencia”.
Indudablemente
no pasó inadvertida en sus primeras presentaciones en Buenos Aires.
Dejó una semilla sembrada en la fértil tierra argentina, donde
piensa volver muy pronto. Nuestro público la mimó y le hizo saber
que es bienvenida. “Tengo una pasión muy fuerte por muchas cosas
argentinas, como los dibujos y los libros de “Quino”. Es un
genio, desde muy pequeña leía sus libros de humor político, o
Mafalda. La literatura vino después de la música. Leí mucho a
Borges, Cortázar y Alejandra Pizarnik, de quien incorporo uno de sus
versos en una canción. En Argentina sentí muchas cosas familiares:
Illya
Kuryaki,
Luis Alberto Spinetta, Charly García o María Elena Walsh me generan
un sentido de pertenencia. Me siento muy arraigada a la cultura de
acá”.
El tango
de Roberto Goyeneche que sale del reproductor suena cada vez más
tenaz, como si el mismísimo “polaco” estuviese cantando atrás,
en el comedor de la casa ubicada en Olivos. Oímos brevemente el
compás, el 2x4 y el bandoneón taciturno. De pronto, recuerda: “Hace
poco, Charly García dijo: ‘siempre que toco tiene que ser mejor’.
O sea, su preocupación al día de hoy para que todo sea más
perfecto lo siento muy inspirador. Creo que un artista tiene que ser
siempre así. El arte necesita exigencia y que te enriquezcas
siempre.”
En el Teatro del viejo mercado. Foto: Jacqueline Orión. |
“Para
conocernos más deberíamos cantar -entona en una canción de su
disco Cada
isla un tesoro-.
Cantar hasta que no podamos resistir”. Para la santiaguina de 28
años, “el canto es un cortejo. Es algo animalesco: los pájaros y
los gallos cantan. Siento que es algo primal. Algo que no puedo
evitar en cualquier estado de ánimo”. Y reflexiona: “Cantar es
mi naturaleza”.
Instintiva,
visceral e introspectiva, le gusta vivir de manera intensa y
abstraerse en sí misma; así se siente “blindada energéticamente”:
“Tengo una comunicación muy fuerte conmigo misma -detalla-, me
gusta mucho estar sola. Y de hecho nunca me siento sola. Siento
muchas presencias.”, dice esta mujer de enigmática mirada, que
cultiva su vida interior, que apela a sus ancestros y cree en la
reencarnación de las almas.
Vivió
algo más de un año en Rapa Nui (Isla de Pascua), donde grabó su
segundo disco El
orden de las cosas
y donde sintió, dice, una conexión muy cercana con la naturaleza.
“Un misterio muy grande donde yo sentía que era parte de eso. El
sol siempre va a estar ahí. La luna también. Ella te ha visto en
todas las situaciones. Ha visto las noches de bohemia de todos los
poetas y los cantores de todos los tiempos. Entonces qué más
inspirador que ese astro…”.
Nunca
sintió temor. O por lo menos eso infiere, como queriendo ser
implacable. Quizá lo haya sentido en ocasiones sofocadas por un
recurso de autodefensa. “Creo que no soy cobarde”, se permite
dudar ahora. Y regresa a su estoicismo natural: “Prefiero enfrentar
los problemas y mirarlos a la cara hasta pulverizarme los ojos. Como
decía Pizarnik: ‘la rebelión consiste en mirar una rosa hasta
pulverizarse los ojos’. Esta frase que toma como filosofía,
justifica de alguna manera la presencia del genoma de diversos
cuentos y poemas que ella escribe, en sus composiciones rítmicas. Y
aunque también le gustaría poder dedicarse a la pintura en algún
momento, comprende que debe focalizar en lo que ella siente como su
naturaleza: la música. Porque se siente, además, parte de
circunstancias mayores en el orden cultural y cósmico. Una pieza de
ajedrez en el bastidor del arte ecuménico. Y porque sabe que debe
mirar la rosa, hasta pulverizarla.
Juga di Piaf
“Piaf
era una mujer muy sobria. Sólo con su cara iluminada, sus manos y su
voz como medio de expresión, es capaz de pintarte esos paisajes y
sensaciones universales que traspasan hasta el idioma. Yo me
identifiqué con ella sobre todo porque me enriquece a mí misma, y
me pone la piel de gallina poder entonar esas melodías. Llevar esa
sensación...”. Al detener su relato, contempla el mate sobre la
mesa. Su templanza impone unos segundos de silencioso pensamiento, y
completa: “...Lo que ella tiene dentro de su voz es eterno”.
“Creo
que Piaf es una figura clave en la historia de la música
contemporánea. Sus composiciones son de una complejidad tremenda y
de una diversidad estilística muy osada. Había grandes compositores
y letristas involucrados. Su manera de cantar tiene una relación muy
fuerte con el tango, pero con muchos otros géneros también. Su
postura es muy blusera. Ella era una maestra de ceremonia. Su
desgarro y añoranza... tiene canciones muy fuertes. Esa alquimia que
es su música donde combina todos los ingredientes de forma
perfecta”.
Lo
llamativo de este homenaje es su sensibilidad. De qué manera se
invoca a un artista del pasado. El acto de “tenerla presente”
asume su adaptabilidad al medio. Como refirió alguna vez Borges, no
existe un Dios que cambie el pasado, pero sí sus consecuencias. Y el
eco de Piaf sigue sonando, como parte de una cadena, en otras voces y
en otras almas.