miércoles, 17 de abril de 2013

"Vamos, que todo duele, viejo Discepolín"

Artículo publicado en el ejemplar "Domingo" de la escuela de periodismo Tea y DeporTea, por el 60 aniversario de la muerte de Enrique Santos Discépolo (23 de diciembre de 2011).
                                                                                                                                                                 
Hoy (por el 23 de diciembre) se cumplen 60 años de la partida de una de las figuras más relevantes de la cultura arrabalera porteña y la identidad argentina. Por ello, Atilio Stampone, el pianista y compositor que produjo la música para la obra teatral “Discepolín”(1989) analiza la marca imborrable que dejó Santos Discépolo en la galería de los talentos.

En el cafetín de Buenos Aires. Ilustración: Jorge Cosenza.
     "Voy a estar en el grillo de tus noches, en la canilla que gotea, en el ropero que cruje a medianoche, en el humo final del pucho que apretás rabioso contra el cenicero, en el 'chas-chas' del cinc cuando llueve, en todos los pequeños ruidos de la obsesión, allí voy a estar, persuadiéndote”. A un siglo de su nacimiento y sesenta años de su muerte, Enrique Santos Discépolo sigue más vivo que nunca: dejó su nombre estampado en las solemnes vitrinas de la identidad cultural argentina. El núcleo de su obra sigue apelando a la angustia del hombre moderno y a las trivialidades de la civilización de su tiempo: un baile de máscaras entre su sórdido suburbio y la sociedad de la década infame; sin buscarlo, Discépolo se transformó en el cronista del realismo universal.

     “Hablar de Discépolo es hablar sobre qué representó en la cultura, pero no solamente nacional y popular”, aclara Stampone. “Es una de las mejores figuras que dio este género; escribió obras de teatro y películas, es una figura de una dimensión no común en un personaje y creo que fue, si no la figura más importante de la cultura argentina, una de las mas relevantes”, añade.
     Desde los albores del candombe, la habanera, el tango andaluz y la milonga, se gestaba la formación del tango y la Argentina moderna. Los ciclos subsiguientes de la órbita secular quedaron marcados por modalidades tradicionalistas e innovadoras que corresponden con las distintas características de sus creadores, poetas urbanos que exploraron las vicisitudes del amor y los conflictos de una sociedad convulsionada.
     En este escenario aparece Santos Discépolo, provocando una verdadera ruptura de los patrones existentes en el tango hasta ese momento, con una filosofía mucho más desesperanzada y escéptica de la vida y el destino del hombre. “Fue un revolucionario por su lenguaje, no tiene nada que ver con ninguno de los que escribieron tango antes ni después. Pero también fue profético: 'que el mundo fue y será una porquería'. O él lo interpretó antes que otros y sintió que era así”. Para el tanguero, actual presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC), la figura de Discépolo representa una de las piezas fundamentales de la literatura.
"La cultura y la literatura están en deuda con Discépolo". Foto: SADAIC
    “Cambalache está fuera de contexto, sólo un talento así puede escribir eso; pero sus últimas letras cambiaron. Cafetín de Buenos Aires -letra que escribió con Mariano Mores- no tiene nada que ver con el Enrique Santos Discépolo anterior. Creo que él se adaptó a Mores -o Mariano se lo habrá pedido a él- porque Enrique podía haber dicho las cosas que dijo en Cafetín de Buenos Aires con el lenguaje discepoliano. Sin embargo no hay ni una de sus palabras características”, analiza el pianista y agrega: “Varios tangos de su última época están en ésa línea”.
     “Con tu lágrima amarga y escondida, con tu careta pálida de clown y con ésa sonrisa entristecida que florecen en verso y en canción”, acorralado por un cáncer y ya sin esperanzas, Homero Manzi definía con romanticismo bucólico la figura de su viejo amigo ”Discepolín”.“Al fin, ¿quién es culpable de la vida grotesca?” -se cuestionaba- “Te duele como propia la cicatriz ajena”.
     Es que en su afán por dejar testimonio de una vida y un tiempo insoslayable, utilizó su lenguaje como un puente entre la civilización y una cultura que resume la vocación estética del individuo de la época y, acaso, su sensibilidad como un ser comunitario. Generó con su talento inclasificable una avalancha multicultural que se afianzó en el imaginario colectivo.
     Será por eso que sus exégetas lo clasifican de “revolucionario”o “profético”, si alcanza con apreciar con asombro la vigencia de su célebre Cambalache, la misma obra -anacrónica, para aquel entonces- que ilustra la realidad de un mundo que fue y será una porquería, hasta el despliegue de maldad insolente del siglo XX. Tanto realismo había en ésas líneas, que fue censurada la canción en 1944, cuando Gustavo Martínez Zuiviria, ministro de Educación de la dictadura militar encabezada por el General Edelmiro Farrell, lanzó una campaña de prohibición de las letras de tango más desnudas y lunfardescas. La medida fue derogada años posteriores por Juan Domingo Perón.
Destacado también como cineasta y actor de teatro. Foto: Archivo
   Perón escuchaba a Enrique y esencialmente había medido con precisión la capacidad que tenía para expresar el sentido común de los argentinos. Ese Discépolo que pretenden desfigurar dijo: "Me di de corazón a un pueblo, porque los pueblos no engañan nunca y devuelven, como la tierra, un millón de flores por una semilla seca". 
     Sus tangos se adhirieron definitivamente a la memoria cultural argentina por sus hallazgos lingüísticos, por la violencia de su lenguaje. Con su estilo desmesurado, Discépolo ingresa en una zona visceral de la comunicación. Por eso, algunos lo definen como“Discepolismo”, en representación de una corriente filosófica, universal, humanista y trascendente.
     Stampone estima que “la cultura y, en especial, la literatura argentina, están en deuda con él. Todavía no le dieron a Discépolo el lugar que representa en el siglo XX, no sólo como letrista de tango sino como personalidad fundamental de la cultura nacional ¿Quién hizo cine o teatro como Discépolo, quien escribió tangos como él, quién fue actor como Enrique? Son esos genios que aparecen una vez por siglo o ni aparecen”.
     “La gente dice que era un gran intuitivo. A mí me parece que era algo más.”, desafía Stampone- “Porque sino: ¿Cómo cambia su lenguaje después? La letra de Uno, me decía Mariano Mores, la escribió él sólo; pero no la terminaba nunca. Es inmenso ese tango por la cantidad de compases que tiene, es largo y grande en extensión. Discépolo decía que estaba trabajando en eso, pero no hay rastros de su lenguaje”.
    En palabras de Arturo Jauretche, Enrique era un "maldito". Con ésa definición designó a aquellos argentinos “condenados al silencio y al olvido por la superestructura cultural manejada por la clase dominante y productora de zonzos en serie”. Un maldito que escribió ensayos filosóficos en tiempos de tango y para todos los tiempos. Es, Discépolo, el mayor filósofo popular argentino del Siglo XX.


Por Matías De Rose